El Índice de Desestacionalización desarrollado por Turobserver sitúa a Tenerife a la cabeza del ranking

Las corrientes más extendidas del turismo actual, llamadas a marcar la senda del futuro más inmediato del sector, están profundamente influenciadas por conceptos que son tendencia en este momento.

Palabras muy relacionadas entre sí y que, de un modo u otro, acaban aflorando en toda conversación mantenida entre compañeros de profesión. Hablamos de la sostenibilidad, la co-gobernanza y, por supuesto, la desestacionalización, uno de los retos más extendidos entre los destinos y las empresas que componen su oferta comercial.

Aludíamos a la interrelación de estos términos y es que, precisamente, solo a través de la consecución de la desestacionalización se puede aspirar a alcanzar un modelo de turismo sostenible, desde los puntos de vista económico y medioambiental, que sea, también, respetuoso con la población local. Algo posible, únicamente, si existe una relación fluida entre los entes público y privado. Dicho de otro modo, si se fomenta la co-gobernanza.

Pero hablar de ello, lamentablemente, no es suficiente. Hay que actuar y, casi igual de importante, medir el impacto positivo real de las iniciativas llevadas a cabo, ratificar que esas buenas intenciones y prácticas, de hecho, han contribuido a minimizar la estacionalidad del destino. Precisamente con este objetivo, Turobserver ha elaborado una fórmula, bautizada con el nombre de Índice de Desestacionalización, que mide los flujos turísticos de los destinos. Para ello, tiene en cuenta distintas variables, entre las que se encuentran el flujo mensual de visitantes o el número de pernoctaciones.

Índice de Desestacionalización aplicado a 10 destinos nacionales y europeos del segmento «sol y playa»

El estudio elaborado por Turobserver se basa en la aplicación del Índice de Desestacionalización a 10 de los destinos más relevantes, nacionales y europeos, calificados tradicionalmente como pertenecientes al segmento “sol y playa”, sin duda, uno de los más afectados por la estacionalidad. De este modo, han sido capaces de medir los flujos turísticos, a lo largo del último año, de determinadas regiones ubicadas en países como España, Portugal, Turquía, Malta o Grecia.

Hay que tener en consideración que la desigual aplicación y vigencia de las restricciones a la movilidad impuestas en cada país han influenciado de forma significativa sobre los flujos en determinadas fechas. Así todo, es evidente que, para bien y para mal, el clima es un factor de gran relevancia, aliado para unos, enemigo para otros.

Lo interesante es que no todo está perdido para los destinos que no gozan de una temperatura media anual agradable. Hay muchas otras vías para combatir este hándicap, como la diversificación de mercados, la segmentación del producto o la programación de líneas regulares. Todos ellos, factores a tener muy en cuenta en términos de su influencia sobre la estacionalidad. Los destinos tienen, por tanto, la posibilidad, casi la obligación, de trabajar sobre los mismos como punto de partida.

Probablemente no sea una sorpresa encontrar a Tenerife en la primera posición del ranking del estudio, con un nada desdeñable 75,53% de desestacionalización. La isla de la eterna primavera explota al máximo sus privilegiadas condiciones meteorológicas, que le permiten recibir un flujo constante de turistas durante todo el año.

También con un índice de desestacionalización considerado como positivo, justo por detrás de Tenerife se sitúan dos destinos internacionales, el archipiélago de Madeira (68,64%) y la región de Antalya (65,23%).

El archipiélago portugués es todo un ejemplo de diversificación de producto. Además de playas espectaculares, como la de Porto Santo, ofrece un amplio abanico de actividades en la naturaleza, que van desde los deportes más variados, hasta eventos muy populares en diferentes épocas del año (Fiesta de las Flores, Carnaval, etc.), pasando por un producto enogastronómico excelente y una amplia variedad de alojamientos (hoteles de lujo, Quintas, etc.). Todo ello, complementado con un clima agradable en cualquiera de las estaciones del año, que llevan a que Madeira logre ese índice de desestacionalización más que positivo.

Volviendo a España, la Costa Blanca y la Costa del Sol, en este orden, se posicionan en la mitad del ranking, justo por debajo de la isla de Malta y con la región lusa del Algarve entre ambas, con un Índice de Desestacionalización del 55,21% y 49,68% respectivamente.

En las últimas posiciones, encontramos tres islas del Mediterráneo: Cerdeña (39,70%), Ibiza (38,02%) y Corfú (32,31%). Su camino hacia la desestacionalización es todavía muy largo y complicado.

La cuestión fundamental que se plantea ahora es, por tanto, cómo atraer turistas en temporada baja, el gran desafío al que se enfrentan los destinos turísticos españoles e internacionales. Incuestionablemente, la diversificación de la oferta y el desarrollo de productos complementarios, cuyo disfrute no se asocie necesariamente al verano, constituyen un buen primer paso, que permitirá volver a equilibrar los flujos turísticos y su impacto en el destino, generando nuevas oportunidades de empleo, redistribuyendo la renta turística y favoreciendo la desconcentración de la demanda.

En este sentido, como medida de apoyo a los destinos a la hora de afrontar este desafío, el Gobierno de España ha elaborado un Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado con los fondos Next Generation EU que, a través de la Estrategia de Sostenibilidad Turística en el destino, marca los objetivos a perseguir en el arduo camino hacia la sostenibilidad.

La desestacionalización es una acción imprescindible para conseguir esta transformación, y disponer de indicadores fiables para monitorizar su evolución, sencillamente fundamental. Ya se ha hablado mucho de este tema, pero las palabras se las lleva el viento. Ahora toca actuar y medir.